Este edificio, fue construido en Pennsylvania en 1937, dispuesto en tres niveles, se asienta en una roca sobre una cascada natural.

Su composición es horizontal, aunque algo compleja. El eje vertical queda definido por la chimenea que sobresale por encima de la cubierta. El edificio crece de dentro hacia afuera.

Cada piso esta marcado por amplios voladizos que se proyectan asimétricamente en varias direcciones. En realidad son terrazas limitadas por placas lisas de hormigón. Para adoptar esta solución, Wright se inspiró en la arquitectura japonesa. El exterior de la casa mantiene una íntima relación con la naturaleza que la rodea. El arquitecto procuró emplear materiales naturales-madera, ladrillo, roca-, con lo que logró una mayor integración entre el edificio y el bosque que lo envuelve.

Lo que realmente preocupa al arquitecto es la habitabilidad del interior. El espacio interior debe ser amplio y libre, y por eso intenta evitar en lo posible todos los límites. La gran sala de estar tiene un muro de cristal que permite disfrutar de la visión de la cascada, además de percibir su relajante rumor. La utilización de grandes ventanales elimina la separación entre las habitaciones y sus terrazas. Éstas tienen, entre otras funciones, la de reflejar la luz natural y proyectarla de forma indirecta hacia el interior. La terraza superior da un carácter más intimista a la casa. Con esta obra Wright consigue la máxima libertad de expresión manteniendo la armonía con el entorno. Con la integración de agua, árboles, roca, cielo y naturaleza en toda la vivienda se cierra una cierta visión romántica de la casa, pero se abre una nueva dimensión espacio-temporal para el refugio del hombre.